martes, 13 de mayo de 2008

Comentario al comentario

Con respecto al post anterior:

Qué razón tienes en todo,
¡Gracias!
pero cuando una persona está dentro de un proceso rumiante, no tiene otra perspectiva que desde el rumiante y por tanto es casi imposible salir.
En principio, no hay nada imposible. Cualquier rumiante (y, en menor o mayor medida, lo somos todos) sabe que lo es porque se da cuenta que está dando vueltas con la misma cantinela incesantemente.
Si puede hacerlo solo, investigará cuáles son sus alimentos preferidos y procederá a “hambrear” al sistema, no dándole de comer más.
Luego, verá qué hay detrás de esa pastura (qué ideas, prejuicios, actitudes, emociones, traumas, etc.) y tratará de llegar a aceptarla y liberarla.
¿Con qué la reemplazará? ¡Verdes hierbas tiernas y aromáticas, espero! Así que, cuando el rumiante quiera volver a los pastos duros y secos de siempre, tendrá otra comida más deliciosa.
Si no le sale hacerlo solo, buscará ayuda. (¡Aquí estoy!)
yo, en mi caso, tengo algunas obsesiones y aunque soy consciente de ello, no hago nada por remediarlo,
¡Esa es la madre del borrego! (para seguir con las metáforas). En el fondo, todos sabemos, pero no hacemos nada.
Así, perpetuamos el malestar cuando tenemos a mano el bienestar.
no sé a qué tengo miedo, quizá tenga miedo a mí mismo.
Sí, mi querido amigo, tenemos miedo de nuestra grandeza, mucho más que de nuestras miserias.

Será cuestión entonces de atrevernos a sacar lo mejor de nosotros, eso con lo que vinimos pero está durmiendo el sueño de los buenos, mientras afuera pastamos malezas. ¡Qué desperdicio!
Espero que te haya servido mi cuentito pastoril.

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