lunes, 6 de abril de 2009

¿Y si la memoria te está jugando una mala pasada?

Un paciente nuevo, cada vez que le pregunto acerca de una actitud o le cuestiono una idea, indefectiblemente me responde con frases tipo: “mi padre me decía / cuando tenía ocho años / mi mamá a los tres me hizo…”. Tiene una memoria impresionante y todo lo refiere al pasado.

Ha hecho psicoanálisis antes unas cuantas veces y esto ha exagerado su tendencia a atribuir a su pasado el poder de lo que le sucede en el presente y a escarbar constantemente en él para continuar… en el pasado.

Es cierto que podemos rastrear el origen de lo que nos sucede en nuestra infancia y adolescencia (y, más aún, en vidas pasadas), pero la permanente memoria de ello no nos ayuda en nada. Es, por un lado, una carga difícil de soportar y, por otro, una excusa para seguir haciendo lo mismo.

Fue muy ilustrativo de esto dos situaciones que aparecieron en la misma sesión. Contó que se puso a hacer algo que evitaba y comenzó entonces una especie de ataque de ansiedad que se inició con un enorme peso que sentía en sus hombros. Esa “mochila” era consecuencia de una conducta que había tomado a partir de ciertas degradaciones de su padre hacia él (“incapaz, inútil, poco inteligente”) y que él seguía manteniendo en su mente como verdades de su dios mayor. Esto es un padre para un niño. Pero… él ahora tiene 57 años y sigue actuando como un niño…

Otra se dio cuando mencionó que se había enojado con el administrador del edificio porque “justificaba” su mal proceder con explicaciones del pasado… lo que él estaba haciendo. Justificar es uno de los peores hábitos que podemos tener hacia nosotros mismos. Nos defendemos, nos disculpamos, nos excusamos, nos salvamos con explicaciones para no responsabilizarnos. Lo aprendemos rápidamente de los padres y se torna en la cantinela habitual frente a cualquier cosa: “lo que pasa es que mis padres (o cualquier sujeto vivo o muerto) / que nunca pude / que cuando tenía cinco años / que soy inconstante (o cualquier actitud) / que… (¿cuáles son las tuyas?).

Hay una tendencia notoria a poner en la memoria lo malo y lo bueno de los acontecimientos. Se dice que “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. No estoy de acuerdo con esto. Una pequeña reflexión: cuando te sientas en tu automóvil, ¿tienes que recordar cómo se conduce o ya es parte de ti y simplemente lo haces? A un nivel más profundo: si has pasado por un hecho fundamental y has aprendido de ello, ¿necesitas acordarte cada día o ya sabes que no tienes que volver a tropezar con la misma piedra?

Y si te caes con la misma piedra, ¿es a causa de que tienes mala memoria o de que no has aprendido la lección? Creo firmemente que es por esto último. La razón por la que, como individuos o como humanidad, seguimos repitiendo los mismos errores es porque todavía no hemos aprendido e incorporado nuevas actitudes y vivencia. Una vez que algo es comprendido profundamente y se lleva al cuerpo, a la carne, no hay necesidad de rememorar nada más. El propósito de la memoria ha sido cumplido y el recuerdo es desechado o pierde su carga emocional.

Los genocidios recurrentes en nuestra historia no se deben a que nos olvidamos de ellos sino a que, como humanidad, seguimos creyendo en el conflicto y en la violencia como solución al mismo. Míralo en tu vida cotidiana: ya sabes que determinada acción traerá determinada consecuencia, pero la sigues repitiendo. ¿Comprendes porqué la haces? ¿Le echas culpas a tu infancia o a tu actual situación? ¿Crees que eres incapaz de afrontarla o de solucionarla? ¿Te resignas? ¿Hablas y te quejas pero no haces nada concreto y efectivo? Cuando ya no das más, ¿te peleas o agredes a los “culpables” o a cualquiera que esté a mano? Si ves a alguien en un predicamento parecido, ¿lo criticas, te enojas, lo humillas, lo aleccionas, se lo solucionas? Proyectas…

¿Cuál es el origen de esto? Según mi parecer, está en un malentendido común: venimos como una hoja en blanco y “los demás” nos “ponen” los datos del sistema; así no tenemos más remedio que jugar con las cartas que nos “tocan” y “luchar” como el resto para recoger las migajas de la vida o manipular vilmente para “hacerla” a lo grande.

No creo nada de estas patrañas. Son pobres victimizaciones de gente sin poder, usadas por gente con poder para mantenerlos así. Justificaciones de una cadena de tontos (y, en ese sentido, lo somos todos).

¡Despierta! Tú has elegido tus luces y sombras junto con la vida que tienes. Son el material sagrado para crear una existencia de intensa belleza, amor, paz, poder, abundancia y creatividad. ¡Comprende! Aprende, perdona, olvida y permanece en el presente. ¡Vive!

No hay comentarios: