lunes, 14 de diciembre de 2009

¿Te aceptas y te integras?

Frecuentemente, recibo mails acerca de personas que trabajan con “El secreto” o la “Ley de atracción” o nociones metafísicas y, desilusionadas, me comentan que, al final, están más o menos como comenzaron; que, por más que intentaron pensar positivamente, muy poco cambió. Tienen la idea (que es vendida continuamente) de que “todo es mente” y que, pensando mucho algo, esto se producirá.

Es una idea equivocada. No somos sólo una mente. Somos mente, cuerpo, emociones, alma, espíritu. Y esto implica sensaciones, sentimientos, aprendizajes, proyectos álmicos, pensamientos de todo color, el amplio rango que va desde la tragedia hasta el éxtasis. Además, esa mente a la que aluden ni siquiera es el más alto concepto de ella, sino la repetición de programas, mandatos y traumas muchas veces heredados.

En muchos de estos trabajos se trata de hundir esos programas con lindos pensamientos positivos de lo que, supuestamente, deseamos. Pero la presión es tanta que vuelven a surgir tarde o temprano. Al no comprender la totalidad de lo que somos, están destinados al fracaso.

¿Y qué somos? Una impresionante multitud, en distintos niveles. Por un lado, el más cercano lo constituye las facetas de nuestro Ego actual, a las que podemos sumar las de las encarnaciones previas en esta Tierra: una increíble cantidad de experiencias, sabidurías, dones, facilidades, etc., que están a nuestra disposición. Por otro lado, somos Seres Espirituales, así que imagina la enorme vastedad de Luz, Poder, Amor, Creatividad y Paz que están presentes en ti.

Pero, no nos vayamos tan lejos. Comencemos por lo que podemos manejar ahora. Estamos en tiempos de integración. Eso implica, entre otras cosas, reconocer esas facetas que tratas desesperadamente de hundir o negar. Quizás, las sientas en forma de personajes o aspectos de ti que te molestan u odias o te lastiman o te parecen demasiado buenos y hermosos (la oscuridad no es necesariamente maldad, sino simplemente aquello que no ves, que no está iluminado por la luz).

¿Cómo se originaron? Generalmente en tu niñez, debido a traumas o confusiones o heridas o incomprensiones de los procesos. ¿Son culpa de tus padres o tuya? No, por supuesto. Esto es un juego que tú mismo te propusiste y a los que los convocaste. Ese juego tiene un propósito principal, el cual es fundamental que reconozcas o continuarás cayendo en él, sin aprender y frustrándote sin parar.

Los aspectos que te dañan o te bloquean están fuertemente vinculados a las emociones, porque son patrimonio de los niños internos. Si tú tratas de “manejarlos” desde la mente, no conseguirás nada porque seguirán reclamando tu atención en formas cada vez más potentes y no habrá control mental positivo que los acalle.

¿Qué hacer entonces? Dales espacio, escúchalos. Deja de rechazarlos y permite que salgan de la oscuridad, de modo que puedas aceptarlos como partes tuyas que necesitan amor, porque de eso se trata, de que te ames en tu totalidad, de que te reconozcas en la variedad de facetas que te han servido para experimentar la dualidad y, a través de ella, la Unidad.

Muchos de tus miedos están conectados a estos aspectos, que te boicotean porque necesitan ser tomados en cuenta. Tus resistencias a ellos, a lo que es, a lo que está son las que generan estos miedos. En la aceptación, cesa la lucha. Además, así recuperarás la energía que pierdes ocultándolos o mandándolos a batallar afuera o victimizándote.

Al aceptarte e integrarte, verás todos los aspectos de ti y de las situaciones y podrás elegir libremente desde el centro de tu ser, dejando de engañarte con las triquiñuelas de tu mente (manejada por la sociedad) y escuchando tu intuición, el llamado de tu corazón.

Entonces, surgirá espontáneamente el amor, que es el origen y la respuesta a todos tus interrogantes. Estás aquí para amarte y para amar. Y ese amor es sabio, poderoso y creativo. La expresión de Dios/Diosa. Elige su camino.

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