lunes, 5 de abril de 2010

¿Cambias el "gusto"?

La semana pasada, escuchaba en el tren una conversación entre un grupo de chicos. En un momento, se pusieron a hablar acerca de unos conocidos que habían sido novios y que estaban peleados. Uno de los chicos, dijo: “lo que pasa es que a ustedes, las mujeres, no les gustan los buenos. A nosotros nos toman de amigos o, peor, de estúpidos. A ustedes les atraen los malos, los que las hacen sufrir”. Las chicas rieron y asintieron. Tenía razón.

Pensé que ese “gusto” era no sólo un patrimonio de las mujeres sino de todos, en distintas cosas. Hemos desarrollado preferencias por el drama, el maltrato, el sufrimiento, lo difícil, lo complicado. Y lo aplicamos en cada situación y persona.

Una forma sencilla de decirlo es que vemos el vaso medio vacío en lugar de medio lleno. Y nos encanta lamentarnos de ello. Ayer, escuché a alguien denegar muchas posibles soluciones a un tema, complicándolas (parecía que con toda razón) hasta hacer imposible la resolución del conflicto: surgían continuamente problemas en todo. Al final, comentó al pasar que, en realidad, ella no estaba segura de que quería que el tema terminase. O sea… Inconcientemente, buscaba (y creaba) inconvenientes para impedir una solución rápida y simple.

Nos llenamos la boca con el anhelo de un mundo mejor pero, en la primera ocasión, nos engolosinamos en agresivas discusiones acerca de los políticos, el mundo de porquería de hoy, la juventud perdida, la droga, la violencia y muchos otros ítems.

Somos puro Amor y Luz, pero no cesamos de enviar cadenas de mails alertando acerca de nuevas formas de robo, de virus inexistentes, de chistes machistas (o feministas), de diatribas encendidas contra cualquier cosa… con 50 direcciones de mails expuestas además.

Hablamos de amarnos, pero, ante un bello elogio, lo negamos o lo desestimamos. Eso sí: si alguien nos critica mínimamente, nos pasamos una semana enojados con el otro y con nosotros. Ante una oportunidad de pasarla bien, de consentirnos, de estar en paz… no, “tenemos que” hacer algo mucho más importante.

Leemos libros y mails y nos repetimos hasta el hartazgo que somos seres espirituales, denostando al Ego y sus artilugios, pero no llevamos nada a la práctica. Siempre falta tiempo, dinero, oportunidades, deseo. Encontramos una amplia variedad de justificaciones para no emprender algo real que nos sirva. Pero, si pasara un drama o una urgencia, encontraríamos todo eso enseguida.

Muchas personas nunca tienen tiempo para pasear, para disfrutar un momento placentero, para cuidarse, para cualquier actividad agradable, pero salen disparadas si las llaman para visitar un enfermo, para consolar un deprimido, para ir a montones de médicos, para protestar contra lo que sea.

En el ámbito espiritual, el famoso 2012 es fuente de incontables desastres, enfermedades, tragedias, catástrofes climáticas, etc. Al creerlas y difundirlas, las estamos creando.

En fin, hay muchísimos ejemplos de cómo hemos pervertido nuestro paladar hacia lo sombrío y difícil de la vida. Nos hemos hecho expertos en el tema después de tantos siglos de práctica. Es tan normal que ni nos damos cuenta.

He elegido vivir concientemente, así que no me engancho en, por ejemplo, esas típicas discusiones de café acerca de lo mal que está el mundo (en el amplio sentido de la expresión). Cuando se extrañan de que no participo, les digo que lo que están haciendo con eso es aumentar el problema. Algunos se enojan: tenemos que luchar contra ello. Por empezar, la lucha es la mejor forma de continuarlo porque esa resistencia agrega energía al sistema y lo hace más fuerte. Por otro lado, como atraemos de acuerdo a nuestra vibración, lo más probable es que terminemos como víctimas de lo que nos quejamos. Además, nuestra participación asegura de que el problema seguirá porque le damos entidad y potencia al discutirlo o al pensarlo.

Estamos en nuevos tiempos y nuevas energías. ¿Quiénes la encarnarán? Nosotros. Es necesario que pongamos conciencia en cada pensamiento, emoción, acto, intervención. Somos responsables de lo que creamos. No vale quejarse ni lamentarse de las consecuencias de lo anterior, pero podemos hacer el cambio AHORA. Podemos sembrar nuevas semillas de armonía, paz, alegría, afecto, sencillez, abundancia, poder, sabiduría. Podemos cambiar el gusto. ¿Comenzamos?

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