lunes, 6 de septiembre de 2010

¿Normalizamos lo mejor de nosotros?

La semana pasada fue pródiga en pequeñas (o grandes!) iluminaciones. Al comienzo, una nueva paciente, al preguntarle cómo está, me dice “Normal. Con problemas”. Interesante… Ha “normalizado” que su vida está llena de inconvenientes. Por lo tanto, los seguirá convocando para darse la razón. He observado una y otra vez cómo las personas que han tenido muchas situaciones complicadas desde su inicio se acostumbran a que sus vidas sean así. Es más, se sienten identificadas con esa fortaleza producto de caerse mil veces y mil veces levantarse. Creen que su poder radica en esa continua lucha por ganar, por alzarse de los derrumbes. El verdadero poder es dejar de lado ese mandato y aplicarlo a crear circunstancias plenas, productivas, entusiastas, amorosas.

Luego, en el Curso, estábamos reflexionando sobre cómo poner en práctica nuestros proyectos y se me ocurre que, en realidad, al nacer todo de nosotros, lo que hagamos está “teñido” de nuestra energía. Por lo tanto, sólo podemos ser exitosos en lo que encaremos, ya que no es posible que surjan problemas que no podamos solucionar porque somos nosotros quienes los creamos con nuestros pensamientos o actitudes. Entonces, será cuestión de darnos cuenta de que el germen creador de lo que sea que encaremos somos nosotros y que lo que atraigamos tendrá que ver con lo que somos y lo que decidamos aprender, evolucionar.

En ese sentido, traemos una serie de potenciales que se verán activados en la medida que nosotros pongamos la intención en ellos. Una vez que nazcan, se desarrollarán de acuerdo a nuestros recursos y desafíos. Ya crecidos, tendrán vida propia y deberemos soltarlos para que recorran su propio camino. Así, iremos creciendo junto con ellos y expandiéndonos al unísono.


Otro paciente, que tiene a la libertad como su máximo valor, me contaba de su dificultad para sostener relaciones que siente que se la coartan o, por el contrario, de su extrema responsabilidad, lo que hace que piense o se ocupe más de ellas que de sí mismo. Por lo tanto, mejor no comprometerse o mantenerlos alejados.

La verdadera libertad es la de ser nosotros mismos. Lo que se esconde detrás de cargar con los otros o de alejarse de ellos es el miedo a conocernos, a ser auténticos, a liberar el potencial que traemos, a asumir la responsabilidad de SER.

Cuando dejamos de idealizarnos perfectos (y castigarnos por no serlo nunca) o de salvar a los demás (y mantenerlos en la victimización de sentirse débiles e incapaces), podemos darnos cuenta de que esa maravillosa multitud que somos es preciosa. Como dijo la Nana Schnake: “lo que somos es siempre mejor que la fantasía de lo que queremos ser”.


¿Cómo puede ser de otra forma? Somos Hijos de Dios/Diosa. Somos Seres de Luz. Somos Humanos Divinos. Conectarnos a la poderosa corriente de Vida que surge de nuestro interior y ser y hacer desde ella es la única seguridad de que será desde la sencillez, la gracia, la abundancia, el amor. Normalizaremos así la creatividad, la libertad, la autenticidad a la que estamos destinados.

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