lunes, 9 de septiembre de 2013

¿Cuál es tu contribución a la paz?

Estuve mirando una mini-serie llamada “Los pilares de la tierra”, ubicada en la Edad Media.  Constaté algo que me está pasando hace tiempo: frente a escenas de crímenes, prejuicios, celos, venganza, resistencias a lo nuevo, tragedias, siento rechazo, incluso físicamente a veces. 

Hace poco, escribí acerca de una irritación que muchos sentíamos.  En parte, porque nos estábamos cansando de que otros se alimentaran de nosotros con sus dramas y problemas (en lugar de solucionarlos por sí mismos), en parte con nosotros mismos por continuar con nuestros dramas y problemas en lugar de solucionarlos a fondo y en parte porque todo parecía retrasarse continuamente, por una cierta lentitud en los cambios profundos que anhelamos.

Estoy notando una sensibilidad aumentada con respecto a cómo reaccionamos frente a las situaciones.  No podemos soportar la violencia y el maltrato.  En la Edad Media, era “normal” la guerra y que se matara a cualquiera por cualquier motivo, tanto como la extrema pobreza.  Ahora, estamos comenzando a sentir que no es así cómo debemos vivir.  Por otro lado, estamos necesitando verdaderamente la alegría, la serenidad, las demostraciones de cariño y apoyo, la abundancia, el amor.  Nos conmovemos intensamente cuando esto sucede (me la pasé llorando en la mini-serie “Llamen a la comadrona”).

¿Qué hay detrás de todo esto?  Creo que estamos comprendiendo (inconcientemente a veces) que es perentorio crear un nuevo mundo.  En estos días, muchos piden que se rece o se medite por la paz en Siria.  Si bien puede ayudar, me parece que la verdadera contribución es que CADA UNO DE NOSOTROS esté en paz.

Como Humanidad, todavía creemos que la única forma de resolver los conflictos es luchando.  Esa lucha comienza en nosotros mismos, peleándonos con aspectos que no nos gustan, deseando ser otros, humillándonos, despreciando nuestras cualidades y pretendiendo lo que no tenemos.  Llevamos afuera esta lucha en las proyecciones que hacemos en los demás, queriendo destruir los espejos que nos muestran nuestros antagonismos internos, viendo enemigos externos.  Y así la espiral descendente continúa hasta terminar en la guerra entre países, en la miseria.



Cuando entendamos que lo que encontramos afuera se originó adentro, que el exterior es un reflejo del interior, entonces estaremos en condiciones de ser co-creadores genuinos.  Nos ocuparemos de resolver las dualidades que nos atormentan y estaremos en paz, integrados.  Así, atraeremos las personas y las condiciones para construir otra realidad.  Y la espiral será ascendente y un nuevo mundo será posible.


Es fácil echar culpas afuera y negar nuestra responsabilidad: “yo no soy tan así, no llego a esos extremos”.  No es cuestión de grados ni de lavados de manos.  Todos Somos Uno.  La comprensión real de esta verdad nos hará libres y amorosos.  ¿Cuánto nos llevará?  ¿Acaso eso importa?  Planta tu árbol, aun cuando no gozarás de su sombra.  Enciende tu luz, aun cuando sea pequeña.  Todo es esencial.

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