lunes, 21 de julio de 2014

¿Eliges abrazar la vida amorosamente?

Nos llenamos la boca con las magnificencias del amor, lloramos con las películas y canciones románticas, leemos libros sobre su importancia, pero, al momento de poner en práctica una solución, recurrimos a la confrontación.  El enojo, la violencia, la venganza, el resentimiento, el agravio tienen tal ímpetu que se presentan como el método adecuado para resolver cualquier problema. En comparación, la conciencia, la aceptación, la comprensión, el diálogo, el amor se antojan suaves, tibios, blandos.

No creemos en ellos. En la teoría, nos conmovemos. En la realidad, dejamos surgir los monstruos oscuros que prometen victoria. Pero… son promesas vanas. Así estamos. Notoriamente evolucionados materialmente, con algunas “batallas” ganadas en lo social, pero, en el fondo, usando los viejos métodos de resolución de conflictos que nos sumergen en el vacío, el sufrimiento, los miedos, la separatividad.

Es notable cómo las mismas organizaciones que dicen buscar la concordia se proclaman en discordia: “luchar por la paz” es una contradicción absurda. “Defender a las víctimas” es sumirlas en lo mismo. “Ganarle a la enfermedad” es no comprender la dinámica cuerpomente.  El lenguaje está teñido de toda clase de expresiones combativas: ser un guerrero, luchar la vida, tener armas para defenderse frente a los obstáculos, estar fogueado, poner el pecho a las balas; referirse al otro como enemigo, como adversario. Y así salimos, como soldados inexpertos cada mañana…


Una razón por la cual no confiamos en el amor es que se nos presenta de formas carentes de poder. Muchas veces, quienes son “buenos” parecen “buenudos” y, de hecho, lo son. La verdadera bondad no reside en no conocer la oscuridad o seguir las convenciones sociales o religiosas o vivir en una nube resplandeciente o no ser “malo”, sino en saber que se tiene la capacidad de serlo pero no se lo elige.

Como un diamante que más refulge cuantas más facetas tiene, más potentes somos cuantas más facetas podemos reconocer, aceptar y atravesar. La oscuridad es una forma de alcanzar la luz. Cuando la traspasamos, siempre encontramos luminosidad del otro lado. Quienes no lo hacen y temen a sus sombras, no tienen la fuerza necesaria para el amor.

Como conté en un anterior Boletín, cuando pensé en un nombre para el sitio, me detuve mucho en lo que quería comunicar y compartir. Surgió este paradigma nítidamente en mis observaciones. ¿Cómo superarlo? Abrazando la vida en lugar de luchándola.

Hemos vivido en el polo masculino: la conquista. ¿Podremos generar una energía tan grande como esa incluyendo lo femenino, integrando? ¿Encontraremos ese fantástico poder de transformación? La respuesta está en el Amor. Y comienza en ti.