miércoles, 18 de noviembre de 2015

La productividad nos impide nuestro derecho a Ser

En los años ´30, en Occidente, se originó un enorme cambio económico, social y cultural.  La producción se transformó en el gran objetivo y la fisiología se desplazó de la comodidad al esfuerzo.  Había que “rendir”, en largas horas de encierro y monotonía, en condiciones estresantes, corriendo contra el reloj.  Ya no había lugar para el tiempo, el placer y la creatividad de una labor artesanal;  todo debía ser rápido, uniforme y racional.  El cuerpo pasó de una estética blanda y sensible (recuerda las “gordas” de Rubens) hacia una de líneas delgadas y estrechas, con fuertes contracciones en el abdomen y la pelvis.  ¡Adiós, sensualidad!, ¡hola, productividad! 

Es paradójico que, cuando esta idea se instaló, se creyó que la humanidad tendría mucho más tiempo para el ocio, ya que las máquinas harían su labor.  La realidad es que nos convertimos en otra máquina.  George Bataille, antropólogo francés, escribió que el hombre afirma su condición de ser mediante el trabajo, pero que ese mismo trabajo también le niega la satisfacción inmediata del deseo.  Subordina el presente al futuro y exorciza el miedo a la muerte.  La vida cotidiana se limita a reproducirse para perdurar.  Bataille exhorta a recobrar la animalidad negada (el cuerpo, diría yo) y la santidad del mal, instancia que reivindica como otra dimensión de la experiencia humana (lee el último Boletín).  Él cree que el hombre se define como tal cuando niega este orden de trabajo y ley: "Sólo cuando los humanos somos capaces de afirmar y mostrar una in-humanidad valerosa y soberana que no teme a la muerte y capaz de hacer del presente un fin, sólo entonces descubrimos parte de nuestra verdadera humanidad y exploramos otra posible experiencia vital.  Es esta afirmación de soberanía del ser lo que hace posible fenómenos heterogéneos y soberanos como el juego, la fiesta, el sacrificio, el erotismo, el arte..., es decir, la manifestación de la inutilidad frente a la utilidad, la noción de gasto, de derroche, de pérdida frente a la ganancia."

Una paciente me contaba que había pasado un día relajado, yendo a comer con unas  amigas y luego ordenando algunas cosas en su casa, mientras escuchaba música.  Lo hacía con un tono culposo, por lo que le pregunté cómo se sentía y me contestó que le parecía raro, porque no había hecho nada muy “productivo”.  Cada vez más, escucho este tipo de aseveración: hemos perdido la noción de simplemente ser y estar; no solo debemos hacer continuamente, sino que además tiene que estar vinculado a  la eficiencia y al tiempo, como una línea de producción.  Lo que no tiene relación con ello lo asimilamos a derroche, a una pérdida de ganancia, como dice Bataille.



Justamente, el tiempo ha pasado a ser el nuevo medidor de riqueza, no el dinero. Estamos condenados a una actividad incesante y ya apenas si quedan algunos días al año (en las vacaciones) para el ocio.  Y, cuando suceden, nos angustiamos.  No sabemos estar en silencio, inactivos, vacíos, observadores, sintientes.  Quizás, esa es la razón de tanta productividad y consumismo: una huida de ese Ser que no conocemos ni exploramos.  Sin embargo, todo lo que vale lo tiene como origen.  Lo esencial, lo verdadero, lo placentero, lo real está relacionado con lo que somos, no solamente con lo que hacemos.

Hacer lo que somos sería una síntesis idealCuando nos concentramos en nosotros y en nuestro deseo del corazón, nuestro proyecto es una extensión de nosotros mismos, es nuestro SER EN ACCIÓN.  Desde aquí, partimos de los dones, de los recursos, del potencial interior, lo que asegura que ya contamos con un material precioso: nosotros mismos.  Si nos comparamos con otros, si tomamos recetas prestadas, si seguimos un modelo exterior, fallaremos porque no estamos siendo fieles a nuestra esencia, la cual trae todo lo que necesitamos para este camino en esta vida.

También, atrae lo que precisa para desarrollar ese camino.  Si confiamos en ella, encontrará las personas, el dinero, las posibilidades para concretarse en tiempo y forma.  ¿Tendremos problemas?  Tendremos desafíos cada tanto, que son nuestros aprendizajes del alma.  Los tomamos, los solucionamos y continuamos.


A esto agreguémosle tiempos inactivos solo para conectarnos con nosotros mismos, la Naturaleza, la Vida, con Todo Lo Que Es.  Respirar y percibir.  Sentir el cuerpo y abrirnos.  Estar y expandirnos.  Conectarnos y existir.  Nada más.  ¿Cierras los ojos y lo intentas?  ¿Ahora?

miércoles, 11 de noviembre de 2015

¿Qué es ser espiritual? Un proceso abrumador...

¿Qué es ser espiritual?  Lo relacionamos con religiones, meditaciones, ciertas prácticas, portarse de una determinada forma (comer, vestirse, hablar “típicamente”), vivir solo o en comunidades, etc.  En lo más básico, con Dios.  Entonces, si fuera así, todo es espiritual.  Si todo fue creado por Dios y Él está en todo, no hay nada que no sea espiritual.
Esto rompe la idea comúnmente sostenida de que lo material (incluido el cuerpo) no lo es.  Esta concepción descansa en la dualidad: lo material y lo espiritual se impugnan mutuamente.  Así, lo positivo y lo negativo, el bien y el mal luchan dentro nuestro para alcanzar esa espiritualidad tan esquiva.  Nos agotamos tratando de conquistar uno y de rechazar al otro… ¡inútil tarea!
Creo que la espiritualidad (sobre todo en estos momentos) está relacionada con la completitud, con la comprensión de que el supuesto mal es una instancia que complementa, fortalece y profundiza el bien.  Las personas que son solo buenas, que no ven o rechazan lo negativo dentro de ellas tienden a atraer lo malo o a ser explotadas, a fin de que entiendan la dinámica y se enriquezcan.  Necesitan aprender a poner límites, a pensar en sí mismas, a afirmarse, a interrelacionarse dentro de la igualdad.
Los estados mentales y las emociones caen dentro de esta situación: algunos son buenos y otros malos.  Esto ocasiona un tremendo daño, ya que cada uno tiene un propósito superior y nos ayudan a gestionar nuestra psiquis.  La tristeza nos permite hacer el duelo y recomponernos para comenzar otra vez.  Si no la permitimos porque debemos estar bien y/o alegres, las consecuencias serán peores al tiempo.  Amemos el enojo, el miedo, las contradicciones, démosle espacio dentro nuestro escuchando sus razones y podremos integrarlos desde su contrapartida.  Si asumimos la ira, será posible protegernos, respetarnos y usar su fuerza serenamente hacia mejores rumbos.
espejo agua

Uno de los problemas comunes en esta época es el colapso de la ilusión de que ser espiritual o alcanzar la iluminación o entrar en la Nueva Energía o lo que sea es un proceso “mágico”, precedido de meditaciones, cantos y pensamientos positivos, en el que seremos calmados, compasivos, abundantes, mejores y felices.  Nada de eso.  Es una evolución agotadora y enormemente movilizante, en la que pasamos por toda clase de humores y cambios.  Es la desarticulación de la dualidad, de lo que consideramos bueno y malo, mentira y verdad, común y extraordinario, material y espiritual, realidad e ilusión, individual y universal, luz y oscuridad.  Y no solo como conceptos sino en lo concreto: en las relaciones, en el trabajo, en la vida interior y exterior.
No hay nada que no sea removido, expuesto, limpiado, a fin de ser disuelto y liberado.  No podemos entrar en lo nuevo arrastrando lo viejo, ni haciendo desde los antiguos parámetros.  Y es difícil porque, entre todos, estamos creando las bases para ello; no hay mucho cimentado todavía.  Algunas sugerencias:
  • trabaja en integrar la totalidad;
  • acepta tus estados de ánimo y encuentra lo bueno en lo malo;
  • no resistas y aprende a fluir;
  • suelta el control y confía (requisito fundamental);
  • deja ir lo que se debe ir, ya que no podrás retenerlo;
  • vive en el presente, en el aquí y ahora;
  • encuentra nuevas formas de ser y hacer, más simples, eficientes, conectadas y amorosas.
En la misma medida en que este proceso es abrumador también es satisfactorio, pleno y esencialmente tuyo, personal e intransferible.  Eres espiritual, o sea humano divino.  Reconoce tu origen y vívelo.  Aquí estoy para transitarlo juntos.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Alimentación y Nutrición no es lo mismo

Cuando tenía veintidós años, tuve un par de cólicos hepáticos, junto con muchos problemas digestivos.  Un cirujano me quiso operar y un médico me dijo que tendría que tomar pastillas siempre.  No hice ninguna de las dos cosas y me dediqué a investigar sobre nutrición.  En estos casi cuarenta años, he conocido toda clase de modas y teorías, pero nunca el tema ha sido tan masivo como ahora.
Alimentos mágicos, alimentos demonizados, hipótesis conspirativas, creencias evolutivas contrapuestas, fanatismos varios, abundancia de información no siempre verdadera, son moneda corriente de este submundo que involucra una necesidad real (alimentarnos) con otras necesidades más difíciles de evaluar (emocionales, culturales, económicas, etc.).
Un aspecto que se ha incrementado es la suposición de que la comida arreglará… todo.  Desde síntomas comunes a enfermedades mortales, desde el ánimo a la calidad de vida, para cualquier cosa hay un alimento o una teoría que repara la máquina y permite que siga funcionando sin inconvenientes.  El problema es que el cuerpo no es una máquina, es una metáfora.  Manifiesta lo que sucede en los niveles emocionales, mentales y kármicos.  En su aspecto más físico, es cierto que funciona mejor con determinada nutrición pero eso no lo salva de la incidencia de lo que sentimos, pensamos o hacemos.  Todos conocemos personas jóvenes que se han alimentado sano y hecho deportes y que han fallecido de ataques cardíacos o cáncer y personas que han comido de todo y han sido sedentarios que tienen noventa años y están bien.  Los conflictos internos, el sentido de la vida, el destino, la muerte, muchas cosas no se solucionan con comida.
 
comida feliz
 
Creo que una de las razones por las que tanta gente se obsesiona con este tema es que brinda un falso sentido de control: “si controlo la comida, tengo el resto dominado”.   Es algo inconciente, bien estudiado en la anorexia y la obesidad, pero que ahora se ha extendido al resto.  Un mundo más veloz y convulsionado, el estrés, la incertidumbre, los modelos exigentes lo han incrementado notablemente.  Los medios y las editoriales lo han advertido y bombardean constantemente con noticias no siempre veraces ni documentadas, sobre todo en Internet.  Hay una constante que advertí hace mucho: dan una larguísima lista de síntomas (alguno tendremos) que supuestamente produce determinada sustancia o hábito (parásitos, azúcar, acidez, carnes, hidratos, etc.) y la mágica solución.
Obviamente, la industria ha desnaturalizado la nutrición pero tampoco podemos volver a las cavernas como si no hubiéramos evolucionado en tantos siglos.  No somos animales, somos humanos.  Humanos divinos.  Una conciencia plena, una espiritualidad enraizada, una alegría de vivir, unos vínculos saludables, un amor por nosotros mismos y por los demás es parte del ADN que compartimos y la verdadera fuente de bienestar y salud.  Simplificar nuestra herencia maravillosa y sus desafíos a una sola variable (sea cual sea) nos debilita y menoscaba.  Al integrar cuerpo, mente y alma, estamos dando un paso adelante en la evolución. 
El alimento no es solo la comida.  Nos nutrimos de ideas, sentimientos, arte, naturaleza, relaciones, aprendizajes, experiencias, proyectos, obras, amor. Cuidar lo que introducimos a nuestra mente y a nuestros corazones es más importante que lo que introducimos a nuestra boca.  Cuidarnos es amarnos.  Amemos todo lo que  somos y viviremos sanos el tiempo que tenemos asignado.  Porque la muerte nos llegará a todos y aceptar este hecho también nos permitirá valorar la vida, sin miedos ni encubrimientos.  Nutramos nuestra alma.