martes, 27 de diciembre de 2016

Luego de nueve duros años, comienza un nuevo ciclo

He pasado muchos períodos difíciles en mi vida, pero estos últimos nueve años fueron realmente complicados.  En un corto lapso, fallecieron mi hermano, mi madre y mi padre (estando sola para acompañarlos en sus tránsitos), fui perdiendo parientes, amigos, dinero, anhelos, idealizaciones, horas de sueño, ya  no recuerdo cuánto…  Afortunadamente, antes había aprendido a mantener la calma y la confianza para continuar, siguiendo la luz al final del túnel.

Desde antes de que comenzara (vivo adelantada a lo que sucederá), fue una de las etapas más creativas y entusiastas.  Sentía la enormidad del cambio, lo profundo y renovador que sería; “hay mar de fondo” decía, porque todo se levantaba desde lo más recóndito y agitaba las aparentemente tranquilas superficies.  Siempre tuve períodos de cambio pero intuía que este sería definitivo y arrasador.  No me equivoqué: se llevó casi todo.

A medida que las transformaciones se profundizaban, mi Ego no paraba de recibir tanto golpes como desilusiones.  Al cabo de los años, no quedaba presunción que no fuera revisada y descartada.  Siendo la ira mi emoción primaria, me he “brotado” mal en muchas situaciones (¡perdón a quienes lo han padecido!) y también he llorado y me he reído irónicamente de mí en otras tantas. No teniendo generalmente con quién compartir tanta información y aprendizajes, algunas canalizaciones fueron una compañía a distancia que me corroboraban lo que estaba pasando.  Aclaro que mi Ego no se rinde fácilmente; sigue queriendo controlar el desarrollo, aunque ya patalea por un ratito y cede. 

¿De qué se trata el proceso?  De aceptar todos nuestros aspectos (esos que hemos proyectado afuera), de iluminar las sombras, de reconocer la inmensidad de facetas que albergamos e integrarlas en un diamante luminoso e iluminante.  Cuando se habla de sombras, muchos entienden que tienen que lidiar con lo “malo” y se niegan atemorizados.  Obviamente, una parte es sobre cómo ponemos afuera, en otros, los aspectos “negativos” de nuestra personalidad para no responsabilizarnos por ellos (los pongo entre comillas porque no es una cuestión de moralidad sino de cómo los juzgamos por ignorancia de la forma en que funciona la dualidad).  La paradoja es que, cuando nos permitimos analizarlos y elaborarlos, encontramos su opuesto al otro lado de la oscuridad (la humildad después del orgullo, la abundancia detrás de la carencia, etc.).  La otra parte de iluminar las sombras es que también negamos lo mejor de nosotros: obnubilados por la desvalorización y los malos modelos, no creemos tener ni merecer las cualidades que existen en nuestro interior.  Una pista para darnos cuenta: son esas cosas que envidiamos, que admiramos, que valorizamos y que pensamos que no somos.



¿Por qué es tan rudo?  Porque vivimos en una sociedad manejada por Egos inseguros e insuficientes (sus características básicas) que desea, desea, desea, cualquier cosa: dinero, reconocimiento, bienes, premios, niveles cada vez más altos para compensar lo bajo que se siente. Por ello, se exige, demanda, se atormenta, reclama, duda, teme, se pelea y lucha.  La antigua conexión con lo sagrado que lo atemperaba también está cambiando, como todo lo demás.  Con el propósito de obtener seguridad y certeza, concedimos nuestro poder a las instituciones: la iglesia, los gobiernos, la policía, los jueces, la prensa, los gurúes, la tribu, la familia, no importa: “que alguien me diga qué ser y qué hacer, que alguien me resguarde, me encamine…”.

De esto se trata entonces: de retomar nuestro poder, confiando la guía a nuestro Ser Superior, a la conexión verdadera con Todo Lo Que Es (lo más difícil que podemos asumir).  Para ello, nuestro cuerpo físico está haciendo enormes esfuerzos a fin de contener más energía y nuestros cuerpos mentales y emocionales están limpiando, liberando y reconstruyendo siglos de estructuras obsoletas.  ¡Tamaño trabajo!  Esto es lo que hemos estado haciendo estos últimos nueve años.  Todas las retrogradaciones de 2016 nos ayudaron a terminar de soltar lo que ya no nos sirve ni representa y a refinar la información que hemos estado recibiendo, en vistas a iniciar un nuevo ciclo, realmente nuevo y luminoso, que no tiene nada en común con lo que ha sido ni con lo imaginado (lo cual es difícil de aceptar porque no podemos controlarlo ni detenerlo; si quieres más información y recursos, lee aquí).

Volviendo a mí, ¿qué es lo que más me ha costado?  Después de tantas idas y vueltas, de tantas pérdidas, terminé desconfiada, desilusionada y últimamente medio separada.  He llorado amargas lágrimas y me he peleado mucho porque eso es lo que más valor tiene en mi vida: la conexión divina.  De ella viene todo lo demás.  Cuando decidí que eso era una tontería que yo me estaba haciendo y me reconecté, descubrí que todo lo que había sucedido era lo correcto para mi diseño sagrado, que estoy exactamente donde debo estar y que jamás me soltaron la mano, siempre fui tiernamente cuidada.  ¿Acaso no sé eso?  Por supuesto que sí, intelectualmente.  Es muy distinto incorporarlo, sentir la presencia de la Luz guiando y protegiendo integralmente.  El proceso tiene mucho de eso, de hacer carne lo mental.

Te cuento esto porque quizás estés pasando por algo parecido.  No importa en qué parte te encuentres, somos todos iguales.  Algunos (como yo) tenemos que pasar por las partes más duras, por lo que no funciona, para poder advertir y ayudar a los demás; otros lo hacen desde distintas ópticas; algunos están recién despertando; sea como sea, estás abriéndote al más maravilloso camino que la Humanidad pueda atravesar, el de la conexión a su Fuente2017 es un año 1, comienza un ciclo: respira, entrega, acepta, confía y agradece.  Te acompaño.