lunes, 8 de mayo de 2017

Cómo saber si tus planes son del Ego o del Alma?

En el Grupo Cerrado en Facebook “Abriendo e iluminando Puertas”, comenzó un debate acerca de cómo sabemos si los objetivos que nos proponemos son del ego o son del Alma, qué pasa si lo que tanto soñamos no está en los planes del Alma o si los que Ella tiene no nos gustan… Consciente o inconscientemente, estas cuestiones están en la mente de todos, mezcladas con conceptos psicológicos, preceptos religiosos, mandatos sociales, etc.

Pienso que la raíz de este malentendido está en la separación que hacemos entre lo material y lo espiritual (sobre todo en occidente). Nosotros creemos que el cuerpo, la mente, el ego, nuestra experiencia terrenal están aislados de nuestra Alma, del Espíritu, de las demás dimensiones.  Es más, especulamos que todos esos aspectos no tienen ninguna relación entre sí; por eso, vamos al médico para el cuerpo, al psicólogo para la mente, al religioso para el alma y recurrimos a algún otro “especialista” (político, filósofo, etc.) para cualquier tema que nos concierne.  Obviamente, ellos se han concentrado en un área y nos pueden ayudar en su especificidad pero el problema radica en que nosotros creamos que todo está separado y no que somos seres completos, íntegros, Uno con Todo Lo Que Es.

Aquí, se instala el asunto de los deseos: ¿qué pasa si mis objetivos y planes no son los del Alma, si ella no “me deja” cumplirlos, si no me satisface lo que tiene preparado para mí?  Esta fue la reflexión que compartí en el Grupo: “¿Cómo saber si es lo que quiere el Alma?  PORQUE SUCEDE. El ego siempre se resiste a lo que es, sobre todo cuando no le gusta. Pero, si sucede, es porque es necesario para atravesar algún aprendizaje. Si continúa y nos seguimos negando, lo alargamos y profundizamos el sufrimiento. Cuando finaliza, puede que sigamos en lo mismo porque ahora lo vemos con otros ojos o cambió debido a nuestro cambio o lo dejamos porque ya no vibramos con ello. Lo que transforma todo en una lucha es la negación de lo que es.

¿Quieres algo que es del ego (y prácticamente todo lo es)? Quizás, no lo logres y, al cabo de un tiempo, descubras que ya no te importa, que era un capricho del momento o que eso te hacía sentir “mejor” que los demás o cualquier otra motivación superficial. Quizás, lo logres y te des cuenta de que no era lo que soñabas o de que es un paso en el camino o de que no era tan importante. Sea como sea, habrás aprendido algo. 



Fluir es permitir que la Vida te presente oportunidades, personas, situaciones, que te proporcionen conciencia, conexión con las diversas partes de tu caleidoscópico ego, que es nada más que un instrumento para que tu Alma aprenda a ser un Creador responsable. Todo sirve. Todo está bien. Vívelo y suéltalo. No retengas nada. No te identifiques con nada. Completa tu aprendizaje y continúa. Todo eres Tú.  Esto es muy hermoso de leer (y de escribir) pero es la labor de muchas vidas. En eso andamos…”.

Es común que eludamos realizar alguna actividad o reflexión con la excusa de la falta de tiempo (a veces ni siquiera comenzamos el camino con el pretexto de la falta de dinero, cuando gastamos en cosas que no nos traen ninguna satisfacción real).  Todo tiene relación con esta separación: “estoy tan ocupado que no puede parar para pensar en eso”… como si la vida que llevamos y sus consecuencias no estuvieran vinculadas a las suposiciones, ideas, traumas, mandatos que tenemos internalizados.  Un ejemplo muy habitual: el excesivo y exigente control del ego sobre cualquier cosa es producto de la falta de conexión con los propósitos del Alma, de creer que estamos separados y solos y que no podemos confiar en Ella ni fluir con la Vida.  Una realidad: el Alma desea lo mejor para nosotros, sus planes son los más bellos y sanos, sus caminos son amorosos.  Sintonicemos con ello y alejémonos de lo que no nos ayude.

La clave es vivir consciente, atento a lo que piensas y sientes, lo que te hace dar cuenta de que el ego te lleva de la nariz con sus carencias, dudas, inseguridades,  limitaciones, insuficiencias y miedos.  Esto es lo “normal”.  ¿Qué hacer?  Cuando te   sorprendas en ellos, respira, suéltalo con la exhalación, observa su aprendizaje (o deja que se te vaya aclarando con el tiempo), céntrate en tu corazón, busca un poco de paz, di algo que te sirva (“Yo soy divinamente guiado, protegido y amado”, “Entrego, confío, acepto y agradezco”) y date amor, mucho amor, paciente amor, luminoso amor.  Él es la solución a la separación.

No hay comentarios: